Jerónimo González Peña es un niño de apenas 2 años que ingresó al Hospital Simón Bolívar el 20 de marzo tras ser diagnosticado con neumonía. Aunque su hospitalización fue corta, de solo cuatro días, el impacto emocional y logístico fue profundo para su familia. Sus padres, María Alejandra Peña y César González, estuvieron presentes en cada momento, buscando no solo acompañarlo, sino también mantenerse fuertes para él.
En un entorno que puede resultar abrumador, encontraron un espacio que hizo toda la diferencia: la Sala Familiar del 5.º piso. Allí pudieron calentar sus alimentos, tomar bebidas calientes y ducharse. Aunque estas acciones puedan parecer simples, en un contexto hospitalario son fundamentales. Les permitieron recuperar energía, mantener la calma y enfocarse plenamente en el cuidado de su hijo.
Más allá de las comodidades físicas, la sala se convirtió en un lugar de contención emocional, privacidad y descanso. Fue el único rincón dentro del hospital donde pudieron seguir sintiéndose familia, donde sus necesidades también fueron vistas y atendidas. Para Jerónimo, la cercanía de sus padres fue un bálsamo que complementó el tratamiento médico. Y para sus padres, el poder estar allí para él, sin preocuparse por lo básico, fue un acto de amor sostenido.
Esta experiencia demuestra que cuidar también es acompañar. Y cuando se cuida a quienes cuidan, como lo hace la Fundación con su modelo de Cuidado Centrado en la Familia, el proceso de sanación se vuelve más humano, más cálido y más esperanzador.